CH. Spurgeon
No Debemos TransigirSermón N° 2047, Domingo 7 de Octubre, 1888
«Esta es la sugerencia de la hora presente: si el mundo no quiere venir a Jesús, ¿ha de suavizar Jesús el tono de Sus enseñanzas para el mundo? En otras palabras, si el mundo no quiere elevarse hasta la iglesia, ¿no debería descender la iglesia al mundo? En vez de convidar a los hombres a que se conviertan, y salgan de entre los pecadores, y se aparten de ellos, unámonos al mundo impío, entremos en unión con él, y así penetrémoslo con nuestra influencia permitiéndole que nos influencie a nosotros: “Tengamos un mundo cristiano” – dicen.
«Con este propósito, revisemos nuestras doctrinas. Algunas de ellas son pasadas de moda, inflexibles, severas e impopulares; eliminémoslas. Usemos todavía las viejas frases para agradar a los que son obstinadamente ortodoxos, pero démosles nuevos significados para ganar a los infieles filosóficos, que merodean por los alrededores. Cercenemos las aristas de las verdades desagradables, y moderemos el tono dogmático de la revelación infalible […] Socavemos la vieja fe, e introduzcamos la nueva duda, pues los tiempos han cambiado, y el espíritu de la época nos sugiere el abandono de todo lo que sea demasiado severamente recto, y demasiado seguro de parte de Dios.
«La engañosa adulteración de la doctrina es acompañada de una falsificación de la experiencia. Ahora se les dice a los hombres que eran buenos cuando nacieron, o que fueron hechos buenos por el bautismo infantil, y por tanto la gran sentencia: «Os es necesario nacer de nuevo», es privada de su fuerza. El arrepentimiento es ignorado, la fe es una droga en el mercado comparada con la «duda honesta», y se prescinde de la lamentación por el pecado y de la comunión con Dios, para dar paso a los entretenimientos, y el socialismo, y la política de diversos matices.[…] La religión espiritual es despreciada, y una moralidad de moda es colocada en su lugar.
«Acicálate prolijamente el domingo; compórtate; y, por sobre todo, cree en todo, excepto en lo que leas en la Biblia, y te irá bien. Tienes que estar a la moda, y pensar como aquellos que profesan ser científicos: este es el primero y grande mandamiento de la escuela moderna; y el segundo es semejante: no seas singular, sino sé tan mundano como tus vecinos […] Los hombres parecieran decir: no tiene caso proseguir al viejo estilo, trayendo a uno de por aquí y a otro de por allá, procedentes de la gran masa. Necesitamos una manera más rápida de hacer las cosas. Esperar hasta que la gente sea nacida de nuevo, y se vuelva seguidora de Cristo, es un largo proceso: debemos abolir la separación entre regenerados y no regenerados. Vengan a la iglesia, todos ustedes, convertidos e inconversos. Puesto que ustedes tienen buenos deseos y buenas resoluciones, eso será suficiente: no se preocupen por algo más. Es cierto que no creen en el Evangelio, pero nosotros tampoco creemos. Ustedes creen en una cosa u otra. Vengan, si no creen en nada, no importa; su «duda honesta» es mucho mejor que la fe.[…]
«El nuevo plan es asimilar la iglesia al mundo, y de esta manera incluir un área más extensa dentro de sus límites. Mediante actuaciones semidramáticas hacen que las casas de oración se asemejen a un teatro; convierten sus servicios en exhibiciones musicales, y sus sermones los transforman en arengas políticas o ensayos filosóficos; de hecho, convierten al templo en un teatro, y a los ministros de Dios los convierten en actores cuyo oficio es divertir a los hombres.
«¿Acaso no es cierto que el día del Señor se está volviendo cada vez más un día de recreación o de holgazanería, y la casa del Señor es, ya sea un templo lleno de ídolos chinos, o un club político, donde hay más entusiasmo por un partido que celo por Dios?¡Ay de mí! Los vallados están aportillados, derribados son sus muros, y para muchos, a partir de este momento, no hay iglesia excepto como una porción del mundo, y no hay Dios excepto como una fuerza imposible de conocer por la cual operan las leyes de la naturaleza.
«Esta, entonces, es la propuesta. Para ganar al mundo, el Señor Jesús debe someterse Él mismo y someter a Su pueblo y Su Palabra al mundo. No voy a detenerme por más tiempo en esta propuesta tan aborrecible».